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Tensiones comerciales entre Estados Unidos y la Unión Europea


En los últimos meses, Estados Unidos y Europa han introducido subsidios, tarifas y otras políticas destinadas a acelerar la transición hacia la energía verde y a fomentar formas de producir bienes menos nocivas para el medio ambiente.


Tanto funcionarios estadounidenses como europeos argumentan que se necesita hacer más para desalentar la comercialización de productos cuya fabricación sea contaminante o genere emisiones de carbono. Pero los críticos de estas políticas afirman que, a menudo, las mismas ponen a los países y empresas extranjeras en desventaja, ya que los gobiernos subvencionan sus propias industrias o cobran nuevos aranceles a los productos extranjeros.


El actual desacuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE) surge a raíz del histórico plan climático del presidente Joe Biden, a partir del cual se sancionó la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), aprobada en el pasado mes de agosto por el Congreso estadounidense. Dicha ley establece generosos subsidios, créditos y exenciones fiscales a los consumidores estadounidenses que adquieran vehículos eléctricos nuevos, cuyo monto depende de cuántos de sus componentes hayan sido fabricados o ensamblados en los Estados Unidos, Canadá o México. A su vez, ofrece créditos fiscales que incentivan la producción nacional de hidrógeno y otros combustibles renovables. Esto beneficiaría sustancialmente tanto a los fabricantes de automóviles como a empresas que construyan nuevas plantas para equipos de energía solar y eólica de América del Norte.


La UE, por su parte, afirma que esta ley perjudica a las empresas europeas que venden en el mercado estadounidense, ya que la aplicación del IRA las obligará a trasladar su producción a los Estados Unidos para poder beneficiarse de los estímulos fiscales ambientales, lo cual debilitaría la capacidad industrial europea (especialmente en los sectores productores de baterías, hidrógeno verde y acero, entre otras).


Ante este escenario, la Unión Europea tiene un par de opciones a su disposición: puede presentar una queja ante la Organización Mundial del Comercio, responder con su propio paquete de subsidios y aranceles verdes, o una combinación de ambos.


Sin embargo, hasta ahora, las estrictas normas de la Unión Europea sobre "ayudas estatales" han impedido que los Estados miembros otorguen abundantes subsidios a sus industrias nacionales, para evitar la competencia desleal y las distorsiones del mercado interno de la UE.


El mayor objetivo es evitar una “guerra comercial” entre ambos mercados, dado que hay mucho en juego para ambas partes, siendo el comercio entre ambos una arteria clave de la economía mundial. Pero el IRA presenta un obstáculo potencialmente grave, ya que está poniendo a prueba la alianza transatlántica y presionando a Europa para que considere movilizar su propio paquete de subsidios y aranceles.


El cambio climático puede marcar el comienzo de una nueva era de guerras comerciales, ya que los esfuerzos para mitigar sus efectos están impulsando a países de todo el mundo a adoptar políticas dramáticamente diferentes hacia la industria y el comercio, lo que genera potenciales conflictos entre gobiernos.


Estos nuevos enfrentamientos sobre la política climática están poniendo a prueba las alianzas internacionales y el sistema de comercio mundial, lo que sugiere un futuro en el que las políticas destinadas a evitar una catástrofe ambiental también podrían dar lugar a guerras comerciales transfronterizas más frecuentes.


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