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Foto del escritorSantiago Sosa

La diplomacia ambiental del tercer gobierno de Xi Jinping

China está ejecutando una activa diplomacia ambiental a lo largo de todo el planeta, sirviendo los medios diplomáticos como medios para un fin destinado a aumentar su influencia en el mundo y consolidarse como un polo en el sistema internacional.


No es novedad que China es uno de los países más contaminantes del mundo. Sin embargo, esto no significa que el país se desentienda de la materia. Por el contrario, el compromiso ambiental y la lucha contra el cambio climático se destacan como importantes pilares de su política tanto interna como externa. A modo de ejemplo, China es uno de los mayores generadores de energías renovables del mundo. Si bien el carbón tiene una presencia del 60% en su matriz energética, lo cierto es que la inversión en el desarrollo de proyectos de energías verdes, tanto al interior del país como internacionalmente, es altamente significativa y va incrementándose cada vez más.


Analizando la dimensión política, tampoco es noticia que el ascenso de China en las últimas décadas la ha posicionado en un lugar preponderante en la estructura de poder internacional, a tal punto que se ha convertido actualmente en la competidora por excelencia de Estados Unidos (EE.UU.), país que hasta hace alrededor de 20 años gozaba de plenas condiciones hegemónicas en prácticamente la totalidad del sistema internacional y que demostraba preeminencia en todos los indicadores de poder, habiendo logrado además proyectar dicha hegemonía a través de instituciones, la difusión de ideas concordantes, e inclusive, en ocasiones, la fuerza.


En función de la ferviente disputa hegemónica entre ambos actores, China se ha involucrado activamente a lo largo del mundo en múltiples dimensiones y temáticas, sea a través de la creación de regímenes internacionales propios o de la radicación de inversiones extranjeras directas, por no mencionar muchas otras instancias. En este sentido, una importante dimensión de la diplomacia china es la relativa al ambiente y el cambio climático. Desde la reelección de Xi Jinping en octubre de 2022 por parte de la Asamblea Popular Nacional, el país asiático ha redoblado su apuesta por la diplomacia ambiental y demostrado una vez más su voluntad de cooperar en la materia tanto en instancias bilaterales como multilaterales.


En su vecindario, China participó en febrero del Segundo Foro de Carbono Neutralidad China-Japón-Corea, donde los tres países expusieron sus avances en políticas ambientales y afirmaron su deseo de profundizar la cooperación y concertación en materia de gobernanza climática. Más recientemente, en mayo, el presidente Xi pronunció en su discurso durante la sesión inaugural de la Cumbre China-Asia Central su deseo de cooperar con los países de la región en el área de las nuevas energías y de abordar la crisis ecológica del Mar de Aral, así como también los invitó a participar en programas de desarrollo sostenible en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, uno de los mencionados regímenes por los que China, a través de inversiones y desarrollo de proyectos en infraestructura, busca expandir su influencia.


La voluntad hegemónica china no permanece en su entorno inmediato, sino que alcanza mayores distancias. El mes de abril en particular fue un intenso mes de visitas de funcionarios internacionales a China. Luego del encuentro con Emmanuel Macron, China y Francia publicaron una Declaración Conjunta en la que hicieron un enorme énfasis en la cuestión ambiental. Allí reafirmaron sus compromisos con los acuerdos ambientales firmados y con la neutralidad de carbono, se comprometieron a efectuar instancias de coordinación y discusión previo a la próxima Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés), coincidieron en la necesidad de que el sector financiero adopte una perspectiva verde y de apoyar el mercado de capitales sostenibles, y manifestaron su voluntad de adherirse a la iniciativa “Buildings Breakthrough”, con miras a descarbonizar los edificios y promover el desarrollo urbano sostenible, atentos a la enorme cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero emitidos por el sector de la construcción. También hicieron mención al tema de la preservación de los océanos, sobre todo de cara a la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, a realizarse en Niza en 2025.


La misma semana, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva también se encontró con Xi, luego de lo cual se emitió una Declaración Conjunta que involucró 13 puntos relativos a ambiente y cambio climático. En la Declaración se expresó que “Brasil y China enfatizan la necesidad de combinar la respuesta climática urgente con la conservación de la naturaleza para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible” y que “los países en desarrollo requieren un apoyo predecible y adecuado de los países desarrollados, incluida la financiación climática (...) y los mercados para garantizar y permitir su desarrollo sostenible”, así como también se instó a los países desarrollados a “cumplir con sus obligaciones financieras incumplidas”. Brasil y China se comprometieron, asimismo, a fortalecer el multilateralismo con el objetivo de lograr “un modelo de solidaridad climática que sea colectivo, que rechace el unilateralismo y las barreras comerciales verdes”, y a crear conjuntamente un Subcomité de Medio Ambiente y Cambio Climático en el marco del Comité de Coordinación y Cooperación de Alto Nivel China-Brasil.


Días más tarde, el vicepremier chino Ding Xuexiang se reunió con Sultan Al Jaber, presidente designado de la COP28 a realizarse en Dubái, quien expresó que el grado de desarrollo de energías renovables y tecnologías de descarbonización en China “proporciona un buen modelo para el crecimiento económico y sostenible y la transición energética global”, así como que “la asociación entre los Emiratos Árabes Unidos y China será un activo clave para la presidencia de la COP28”.


Como se ha mencionado, China está ejecutando una activa diplomacia ambiental a lo largo de todo el planeta, sirviendo los medios diplomáticos en ésta y en demás áreas de cuestiones como medios para un fin destinado a aumentar su influencia en el mundo y consolidarse como un polo en el sistema internacional, y muchos países buscan acercársele con miras a diversificar sus vínculos y no recaer en el alineamiento y la dependencia hacia un único actor internacional. Existen, no obstante, ciertas contradicciones, como el hecho de que el país siga realizando inversiones en combustibles fósiles. Por ejemplo, en el discurso de Xi durante la sesión inaugural de la Cumbre China-Asia Central se habló de la necesidad de expandir el comercio de petróleo. Por otro lado, la presencia china como gran inversor en muchos países implica a menudo prácticas nocivas para el ambiente, como son la extracción del litio o los proyectos de minería, como los que están generando revuelo actualmente en la República Democrática del Congo. En este sentido, cabe preguntarnos si el compromiso ambiental verdaderamente existe, si se mantiene únicamente en el plano de lo discursivo, o si efectivamente se da en la praxis, aunque no al 100% de conformidad con cierta dosis de pragmatismo.




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