La contradicción y ausencia de una política diplomática coherente en la gestión del Presidente Milei.
La contumacia es insistir en el error enérgicamente, el presidente Milei pareciera tener mucha energía para alejarnos del futuro y del mundo occidental democrático. En su último discurso frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas rechazó el nuevo Pacto por el Futuro, insertando a la Argentina en un grupo de países que atrasan. Este Pacto es un acuerdo global enmarcado en la Agenda 2030 que prevé 56 acciones para enfrentar "los mayores desafíos de nuestra época", como el mantenimiento de la paz, la lucha contra el terrorismo, la lucha contra el cambio climático, y la igualdad de género.
En cuanto al cambio climático, el Pacto plantea “acelerar el cumplimiento de nuestras obligaciones en virtud del Acuerdo de París”. La crítica de nuestro mandatario radica en que “es un programa de gobierno supranacional, de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan contra la soberanía de los Estados Nación y violentan el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas”.
En contraste, invitó a la comunidad internacional a unirse a la Argentina en una “Agenda de la Libertad”. Lo paradójico de esto es que los países que decidieron tomar una postura de rechazo similar a la de nuestro país son aquellos que más atentan contra la libertad y la democracia: Corea del Norte, Rusia, Irán, Bielorrusia, Nicaragua y Siria.
Esta situación se suma a la larga lista de contradicciones. Por un lado, quiere alinearse con Occidente democrático y que acepten a Argentina en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Por el otro, menosprecia la construcción diplomática, que es la base fundamental para integrarnos en el mundo.
Las naciones se posicionan apoyando o rechazando decisiones de política internacional. Un ejemplo de esto sería qué postura toman los países con respecto a la dictadura de Maduro en Venezuela o la guerra en Ucrania. El rechazo a la Agenda 2030, al Pacto del Futuro, y su negacionismo sobre el cambio climático se puede convertir en una de estas líneas divisorias que dejan a los países de un lado o del otro. Recordemos también que hoy no tenemos Embajador en España, y que los choques con países por cuestiones ideológicas y personales del presidente, no suman para enfocarnos y poder salir de la terrible crisis que atraviesa la Argentina.
Estas rispideces generan dudas acerca de qué tan viable es ese alineamiento si los países líderes rechazan las posturas radicales adoptadas por el Presidente. ¿Qué puentes de cooperación pueden tenderse con un gobierno que no cree en la cooperación? ¿Qué desarrollo a largo plazo se puede planificar conjuntamente con una gestión que alienta el extractivismo desmedido y desfinancia el cuidado ambiental? Pareciera que el único que “no la ve” es Milei. No estamos acercándonos al mundo, sino que nos estamos alejando. Lo único que queda esperar es que caiga en la cuenta de que está tomando un rumbo equivocado y cambie de posición, como ya lo ha hecho en otras oportunidades, por ejemplo en el abrupto cambio de timón con su relación con el Papa Francisco.
La política internacional se ha complejizado en el siglo XXI, y un presidente y su administración no pueden jugar entre posturas que oscilan desde un liberalismo internacionalista a un falso nacionalismo de derecha.