Un argentino en la Cumbre: entrevista a Ramiro Fernández
Diego Sueiras, presidente de la FNGA, dialogó con Ramiro Fernández, asesor y coordinador de champions de políticas de alto nivel de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Fernández comenzó su lucha contra el cambio climático desde su Bariloche natal y hoy tiene un rol clave en la articulación de todos los actores involucrados en la toma de decisiones ambientales a nivel global.

Diego Sueiras (DS): ¿Cómo empezó tu recorrido para llegar a tu rol actual en la Fundación Avina y como coordinador de los champions?
Ramiro Fernandez (RF): Al poco tiempo de decidir dejar de ser abogado, sentí eso de “si no me gusta el mundo en el que estamos, voy a ver qué puedo hacer para cambiarlo y hacer un mundo mejor”. Esta inquietud surge de dos vertientes muy fuertes, lo social y lo ambiental, e hizo que de a poco me fuera involucrando en la Fundación Avina, con un mentor como fue Pedro Tarak, gran ambientalista de América Latina. Desde allí, me interesé por la variable ambiental, que siempre estuvo presente en mí por una cuestión de haber vivido cerca de la naturaleza. En este sentido, haberme trasladado para fundar la oficina de Avina en la Patagonia me permite profundizar aún más esa interfaz entre lo social y ambiental, y querer idear un modelo de desarrollo sustentable posible. En la Patagonia hay una estrecha relación con la naturaleza.
DS: Has demostrado ser un activista multinivel. ¿Qué se siente haber pasado de coordinar políticas en pequeña escala a tratar con Champions ambientales, países, organizaciones internacionales, financistas, entre otros?
RF: Para mí todo ha sido parte de un proceso muy natural, vinculado a la inquietud y la búsqueda de cómo generar un cambio. Lo que me movilizó fue ver cómo hacer para transformar la sociedad. Para lograrlo, busqué desde trabajar con una localidad de 200 habitantes para ayudarlos a que pudieran elegir su intendente por primera vez, a trabajar en una organización de 30 pequeños productores. Es decir, cambios desde lo micro hasta cambios más amplios en regiones, pasando a escala nacional. Esto es parte de la riqueza y parte del valor agregado que yo pongo en ese espacio global, y tiene que ver con tener una perspectiva de lo local y lo nacional. De hecho, hasta el año pasado buscaba sostener una pata en lo local, una a nivel nacional y una a nivel global, y entender el beneficio de esa interrelación. Por ejemplo, con un socio montamos una empresa para generar proyectos de energías renovables, integrando a comunidades locales, y tenemos una sociedad con la comunidad mapuche de Millaqueo para poder montar un parque solar allí. Estar sentado en la asamblea de la comunidad y enfrentar esos desafíos me baja a tierra para cuando luego me toca estar sentado en una COP frente a 195 países; me permite entender las conflictividades de esos países y así avanzar juntos en un acuerdo. Para mí, una de las ventajas de la experiencia es poder vincular esos extremos y saber que las causas que hacen que una elección entre 5 intendentes en un pueblito de 200 personas tienen un conjunto de complejidades y elementos comunes a los de los 195 países para constituir un acuerdo global para abordar la crisis ambiental más importante en la historia de la humanidad.
Después de haber tenido una buena experiencia de incidencia en agendas nacionales, mi primera experiencia en una política nacional de alto impacto fue en Chile. Surgió en la Patagonia chilena por un conflicto ambiental que terminó escalando como el principal conflicto en materia energética de Chile a nivel país, con movilizaciones de millones de personas en las calles, ciudades tomadas; lo cual terminó después de un proceso muy largo de diálogo y colaboración en una estrategia energética 2050, presentada formalmente por la presidenta Bachelet después de 5-7 años de proceso intenso de diálogo en la plataforma Escenarios Energéticos de Chile, que luego replicamos y trajimos a Argentina. Esa fue la primera experiencia en que pude ver cómo, de una situación local, se puede incidir a nivel nacional, como es definir la política energética de un país para los próximos 30 años. Una experiencia fascinante.
En esa búsqueda, y vinculado a las agendas de energías, me empecé a inclinar hacia la agenda climática. En el periodo 2008-2010, me acerqué al espacio de las negociaciones y fui designado como asesor del presidente de la COP en 2014, Manuel Pulgar-Vidal, ministro de Ambiente de Perú. Generamos una capacitación a todo su equipo interno, y después se formó un grupo asesor internacional de actores diversos -públicos, del sector privado y sociedad civil- que servían como una caja de resonancia para el presidente de la COP, con quien se reunían periódicamente. En la COP20 de 2014 en Lima se creó el primer espacio formal de acción climática, donde por primera vez se sentaban en un mismo espacio ministros, líderes indígenas, CEOs, dirigentes del sector financiero, líderes de ciudades y de regiones, a conversar sobre cómo juntos podían traer soluciones y acelerar la respuesta a la crisis climática. Este primer espacio de diálogo y articulación entre gobiernos y actores no estatales me ha permitido seguir buscando formas de crear más cambios y transformaciones.
Ese evento terminó generando interés en el Secretario General de Naciones Unidas y en la presidencia entrante de Francia en 2015, y entonces armamos la alianza Lima-Paris Action Agenda, entre dos gobiernos, con el Secretario General de Naciones Unidas y Christiana Figueres Secretaria de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, para crear un espacio y una estrategia que involucrara a los líderes de las ciudades, empresas, del sector financiero y la sociedad civil que llegaran a la COP21 en París con compromisos de acción climática y soluciones. Este proceso generó un cambio estructural y fue clave para lograr el Acuerdo de París, el acuerdo multilateral más importante en la agenda de Naciones Unidas desde la Declaración de Derechos Humanos, que fue posible en base a una estrategia muy bien articulada en la cual más de 1000 alcaldes, 120 jefes de Estado, cientos de CEOs de empresas viajaron a París y todos juntos hicieron la presión positiva para decirle a ese grupo de negociadores: “señores, de acá sale un acuerdo porque el planeta entero lo requiere”. Estoy convencido de que, sin ese factor, nunca habríamos salido de París con un acuerdo.
DS: ¿Existe una relación entre avances en concientización y políticas ambientales concretas y los tipos de gobierno, teniendo en cuenta si son más o menos democráticos?
RF: Definitivamente se puede ver que los gobiernos con características democráticas en general tienden a tener mucha más conciencia y acción en la agenda ambiental, ya sea porque sus ciudadanos se lo piden o porque dentro de los procesos de toma de decisiones está institucionalizado. En cambio, los gobiernos con características totalitarias, en su gran mayoría, tienden a tener una agenda más cortoplacista, de búsqueda de intereses y resultados más inmediatos para consolidar poder, y eso en general afecta la incorporación de las variables ambientales dentro de sus prioridades. El gobierno de Trump fue mucho menos abierto y dispuesto ante la agenda climática que el de Biden, que acaba de sacar la ley antiinflación -la ley más ambiciosa en términos climáticos de la historia del Congreso de EEUU-. Lo mismo pasa en Brasil, donde la tendencia totalitarista está claramente marcada. Quizá la única excepción sea China, que, sin tener un gobierno democrático, tiene estructuralmente una agenda ambiental creciente y con un fuerte liderazgo en muchas áreas ambientales. Eso se lo adjudico a que culturalmente China, como país y como sociedad, tiene una tendencia a proyectar a largo plazo. China es el único país del mundo que tiene por lo menos 70 años de trayectoria en el armado de planes quinquenales y su efectiva implementación. Es esa visión de largo plazo lo que le permite a un gobierno no democrático como China poder entender las oportunidades que le ofrece en el largo plazo la incorporación de la agenda ambiental, en particular la climática.
Me parece interesante destacar que, cuando la distinción se hace entre partidos políticos de izquierda o de derecha, no existe necesariamente esa misma correlación. Hay partid