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Nuevo Informe de Síntesis del IPCC: hay herramientas, falta voluntad política

Tras una semana de intensas negociaciones en Interlaken, (Suiza), el IPCC publicó este lunes 20 de marzo la Síntesis del Sexto Informe de Evaluación que integra y resume los hallazgos de los seis informes publicados por el organismo desde 2015. Nuevamente, los datos son alarmantes e instan a la acción colectiva rápida y efectiva.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es el principal órgano internacional de las Naciones Unidas para la evaluación del cambio climático, que brinda una visión científica clara de las repercusiones económicas y socioambientales de dicho fenómeno.


En su comunicado de prensa oficial del 20 de marzo, el IPCC explica que está conformado por especialistas de todo el mundo, quienes contribuyen a la labor del grupo. En el caso de los informes de evaluación, los expertos ofrecen voluntariamente su tiempo como autores para evaluar los miles de artículos científicos que se publican cada año, con el fin de elaborar un resumen exhaustivo de lo que se sabe sobre los factores que impulsan el cambio climático, sus impactos y futuros riesgos, y sobre la forma de reducir dichos riesgos mediante la adaptación y la mitigación. La revisión abierta y transparente realizada por expertos y Estados Miembros constituye una parte esencial del proceso del IPCC que facilita una evaluación que se pretende objetiva y completa, reflejando un amplio abanico de opiniones y conocimientos especializados.


De esta manera, el IPCC ofrece información científica rigurosa a los tomadores de decisiones, siendo la labor de la organización útil para la adopción de políticas, procurando la mayor neutralidad posible en sus conclusiones y contribuyendo a que el sistema político internacional no dé los debates climáticos solamente en base a los intereses de los Estados particulares en cada una de las negociaciones, sino con evidencia empírica que sustente las posiciones y compromisos.


En esta línea, se dio a conocer el Sexto Informe de Síntesis de Evaluación (AR6) de este organismo, que plantea un escenario alarmante e invita a todos los sectores a actuar de manera urgente. Dentro de las declaraciones principales del mismo, se destaca que la temperatura global aumentó 1,1°C en el periodo 2011-2020 con respecto al periodo 1850-1900 (niveles preindustriales), debido a las actividades antrópicas (que son aquellas que están directamente relacionadas con la actividad y el comportamiento del hombre) tales como el uso de energía no sostenible, uso de suelo, estilos de vida y patrones de consumo y producción, que generan gases de efecto invernadero (GEIs).

Es por ello que, para los especialistas del IPCC, a través de modificaciones en el sector alimentario, la electricidad, el transporte, la industria, los edificios y el uso de la tierra, se pueden reducir las emisiones de GEIs. Al mismo tiempo, estos cambios pueden ayudar a las personas a llevar un estilo de vida con bajas emisiones de carbono, lo cual también promoverá la mejora de la salud y el bienestar. Con un mayor conocimiento de las consecuencias del consumo excesivo es que las personas pueden tomar decisiones mejor fundamentadas.


Además, el informe advierte que este aumento de temperatura está generando fenómenos meteorológicos y climáticos extremos (cada vez más frecuentes y complejos) afectando sobre todo a las poblaciones más vulnerables (que son las que menos contribuyen al cambio climático). Es por esto que es fundamental el debate en torno a la justicia climática, que plantea al calentamiento global como un problema ético y político, más allá de un problema únicamente ambiental, teniendo en cuenta que dichas manifestaciones extremas exponen a millones de personas a inseguridad alimentaria e hídrica, facilitan la aparición de enfermedades y perjudican a la economía y medios de vida. En nuestro país, claros ejemplos de estas manifestaciones se pudieron apreciar en un verano con temperaturas récord, sequías, incendios y olas de calor.


Es fundamental tener en cuenta que, a medida que aumenta la temperatura, aumenta también la irreversibilidad de los riesgos e impactos que supone el cambio climático, haciendo que las medidas y los planes de adaptación sean limitados y menos efectivos. Por eso, para el IPCC son necesarios, además, planes de mitigación radicales: se deben reducir las emisiones de GEIs en un 43 % para 2030 y un 60 % para 2035, para evitar que las temperaturas globales superen los peligrosos puntos de inflexión de 1,5 °C.


Es por ello que, aunque según este informe los sistemas naturales han sido claves para absorber el 54% de las emisiones de dióxido de carbono generadas por las personas durante la última década, lo crucial en esta materia son las acciones humanas y, particularmente, la voluntad política para llevarlas adelante.


Si bien los entramados de poder e intereses a nivel global representan un desafío para la acción climática, es posible incidir de manera activa y efectiva desde la sociedad civil. Un ejemplo de ello en nuestro país es la Alianza para la Acción Climática Argentina (AACA), conformada por instituciones públicas, privadas, académicas, ONGs y gobiernos subnacionales, y de la cual la FNGA es promotora y signataria. La AACA lanzó una declaratoria conjunta llamando a tomar acción urgente, manifestando que el cambio climático afecta directamente contra la soberanía nacional, perjudicando a los suelos, los ecosistemas y su funcionamiento, la producción de alimentos, a las personas y el bienestar social, la salud y a la economía en su conjunto, con impactos cada vez más frecuentes y observables, así como sus implicancias, que se traducen en pérdidas millonarias.


Para la Alianza, el principal objetivo de la declaratoria es poner en agenda nacional la urgencia de la temática ambiental en un año marcado por la competencia electoral, que no solo presenta incertidumbre política y económica, sino que tampoco parece abordar, por ahora, la problemática a la altura necesaria.


Los especialistas del IPCC concuerdan, finalmente, en el hecho de que existe suficiente capital en el mundo para disminuir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero, pero hay que ponerlo en funcionamiento cuanto antes. Existen, también, medidas de política de eficacia comprobada que pueden ayudar a lograr una reducción drástica de las emisiones y a impulsar la resiliencia al clima si se amplían y se aplican de manera más generalizada.

Es así como la acción climática efectiva sólo será posible con un compromiso político, la gobernanza multinivel alineada, los marcos institucionales y un mejor acceso a la financiación y la tecnología.



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