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La politización del medio ambiente en el conflicto armenio-azerí


En diciembre de 2022, autodenominados “activistas ambientales” de Azerbaiyán bloquearon el corredor de Lachín, que conecta a Armenia con la República de Artsaj, república autoproclamada independiente en 1991, sin reconocimiento de la comunidad internacional y establecida sobre el territorio del Alto Karabaj, por el cual ambas naciones mantienen una disputa histórica y que las ha inmiscuido en una profunda rivalidad que alcanzó en dos ocasiones la máxima expresión del conflicto, esto es, el enfrentamiento bélico.


En simultáneo al bloqueo, Azerbaiyán solicitó el mutuo sometimiento a un arbitraje interestatal bajo el Convenio relativo a la Conservación de la Vida Silvestre y del Medio Natural de Europa, más conocido como Convenio de Berna -del cual ambos Estados son partes firmantes-, denunciando supuestos niveles desmesurados de contaminación y destrucción del ecosistema en el Alto Karabaj. La mencionada solicitud representa un hecho novedoso y que puede llegar a sentar precedente, en tanto se trata de la primera vez que un Estado solicita un arbitraje de un tribunal en el marco de dicho Convenio.


Habida cuenta de la conflictiva relación entre ambas naciones, cabe preguntarnos: ¿existen detrás de estos hechos motivos de otra índole, trascendentes de la mera convicción ambiental? A tales efectos, es necesario realizar un racconto histórico de la génesis y del desarrollo del conflicto que viene enfrentando a ambas naciones desde hace más de un siglo, así como también de acontecimientos recientes relativos a la cuestión ambiental enmarcados en el complicado vínculo bilateral.


El conflicto armenio-azerí


El foco principal de tensión que ha signado históricamente la relación entre Armenia y Azerbaiyán es la disputa en torno al territorio del Alto Karabaj, perteneciente de iure a Azerbaiyán, pero con una población predominantemente de etnia armenia y controlado de facto en importante medida por la autoproclamada República de Artsaj. En 1923, cuando la Unión Soviética -a la cual ambas naciones habían sido integradas- contaba con sólo 7 meses de existencia, el territorio del Alto Karabaj, por el cual ya habían tenido lugar enfrentamientos en los años anteriores, fue establecido como “óblast autónomo” dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán. Hacia 1988, en un contexto de inicio del proceso de disolución soviética, la disputa por el Alto Karabaj revivificó a tal punto que llevó a los dos Estados a enfrentarse en la denominada Primera Guerra del Alto Karabaj, que culminó en 1994 con la victoria armenia. A partir de entonces, el territorio pasó a ser controlado de facto por la autoproclamada República de Artsaj, aunque la totalidad de la comunidad internacional mantuvo el reconocimiento de la soberanía azerbaiyana sobre el mismo. Colisionan en el conflicto dos principios del derecho internacional público: el reclamo de Azerbaiyán para que se respete su integridad territorial, y la reivindicación del pueblo armenio que habita el Alto Karabaj de su libre autodeterminación.


En 2020 tuvo lugar la Segunda Guerra del Alto Karabaj, que finalizó con una victoria azerí. A partir de entonces, Azerbaiyán fue incrementando progresivamente su control sobre el territorio, con severas acusaciones por parte de Armenia de estar consumándolo a través de metodologías de limpieza étnica.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es la enorme cercanía entre Azerbaiyán y Turquía, quienes comparten el lema de “una nación, dos Estados”. Entre 1915 y 1923, el Imperio Otomano ejecutó una política de exterminio contra el pueblo armenio que habitaba en los territorios que por ese entonces lo constituían. Tanto Turquía como Azerbaiyán se niegan hasta la actualidad a reconocer el genocidio armenio, lo cual representa un dato no menor que se suma a la larga lista de fuentes de fricciones en el vínculo armenio-azerí y que sirve, asimismo, para comprender el esquema de alianzas, enemistades y aislamientos tejido en la convulsa región.


La politización del medio ambiente en el conflictivo vínculo entre Armenia y Azerbaiyán


El bloqueo del corredor y el pedido de arbitraje por parte de Azerbaiyán no son los primeros casos de denuncias mutuas que versan sobre la problemática ambiental. Uno de los múltiples motivos de conflicto entre Armenia y Azerbaiyán es relativo al río Voghji (en armenio) u Okchuchay (en azerbaiyano), que atraviesa los territorios de ambos países. La existencia de altos niveles de polución en sus aguas son un dato confirmado tanto por fuentes azerbaiyanas como por fuentes provenientes del propio gobierno armenio. En Armenia, el río atraviesa zonas donde la industria minera es una actividad económica predominante, lo cual explica las grandes cantidades de metales, aluminio y hierro que yacen en él.


El uso astuto de la desinformación y de los medios de difusión con miras a crear una narrativa ambiental que esconde motivos políticos por detrás también ha sido una estrategia adoptada por ambas partes. Una investigación realizada por Eoghan Darbyshire para el Observatorio de Conflictos y Ambiente (CEOBS, por sus siglas en inglés) señala la utilización del recurso de las mutuas acusaciones y de la difusión en redes sociales y medios de comunicación sobre los supuestos daños ambientales infligidos por el adversario en el Alto Karabaj como estrategia para obtener solidaridad internacional en la culpabilización del otro durante el transcurso de la guerra de 2020. Tanto Armenia como Azerbaiyán impulsaron campañas hablando de “ecocidio” o de “terrorismo ambiental”, aunque presentando como fidedignos datos de veracidad dudosa. Más allá de ello, los efectos ambientales de la guerra son una realidad irrefutable, lo que se ha vislumbrado en los numerosos incendios, los importantes niveles de deforestación y la contaminación generada por el uso de armas incendiarias, entre otros.


En cuanto a los hechos recientes, el motivo alegado por los “activistas ambientales” involucrados en el bloqueo del corredor de Lachín es la supuesta contaminación generada por la explotación de minas en el territorio disputado. El bloqueo persiste hasta el día de hoy, y está generando una grave crisis humanitaria en el enclave, que ha quedado prácticamente aislado y sin posibilidades de abastecimiento como consecuencia de ello. Por otro lado, mediante el arbitraje, Azerbaiyán pretende obtener reparaciones y compensaciones por los supuestos daños ambientales que denuncia.


Dichas situaciones demuestran que, ocultándose detrás de una aparente convicción, la cuestión ambiental puede brindar un escenario en el cual dirimir los rencores por medios novedosos. Ésta puede mostrarse, además, como un motivo, pero simultáneamente implicar también un fin al que se apunta, si tomamos en consideración que el Alto Karabaj es un territorio rico en recursos naturales en general y recursos hídricos en particular, cuyo control es otro de los objetivos a los que ambos Estados apuntan (especialmente Azerbaiyán, que recientemente ha sufrido problemas de escasez de agua).


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