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Foto del escritorLucía Salvalaggio

Mar Argentino: ¿mar de plástico?

Investigaciones en el Mar Argentino determinan que podría tratarse de uno de los lugares con mayor contaminación por microplásticos del mundo. Los científicos advierten sobre la gran peligrosidad de las altas concentraciones de este material.

Sólo en el año 2015 se produjeron en el mundo alrededor de 380 millones de toneladas de plástico. Si bien la contaminación de la superficie terrestre es sumamente preocupante, representa menos del 15% de los volúmenes de plástico radicados en el mar.


En territorio nacional, la gravedad del asunto es aún peor que en el promedio de naciones costeras. Un estudio reciente realizado por investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) alertó en una zona de la plataforma patagónica una presencia de residuos plásticos tal que registra uno de los índices de contaminación por microplásticos más elevados del planeta. Estudios análogos llevados a cabo en los últimos años en las rutas marítimas de nuestro país arrojan resultados igual de alarmantes.


Según fuentes oficiales del gobierno, más del 80% de la contaminación del mar proviene de las actividades humanas en tierra firme, como las de carácter industrial, agrícola o urbano, por citar sólo algunas de las más importantes. Diariamente, toneladas de basura llegan al Mar Argentino a través de los sistemas de drenaje urbanos, las desembocaduras de los ríos o por la acción del viento; sin contar los desechos que arrojan las personas en los ambientes costeros, tales como colillas de cigarrillo o botellas de plástico que pueden tardar hasta 500 años en degradarse.


Efectos colaterales de un mar de plástico


La contaminación del Mar Argentino acarrea efectos devastadores para las presentes y futuras generaciones de especies afectadas, entre ellas los seres humanos.


En primer lugar, los mares representan agentes claves en la lucha contra el cambio climático al depurar sustancias contaminantes y actuar como sumideros de dióxido de carbono. Este último es arrastrado y transportado por masas de agua o captados durante la fotosíntesis y convertido en materia orgánica, lo que reduce considerablemente los niveles de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera.


En segundo lugar, el Mar Argentino destaca por su biodiversidad. Se estima que en él habitan miles de especies de algas, invertebrados, peces, tortugas, aves y mamíferos marinos, siendo muchas de ellas consideradas endémicas de esta parte del mundo. Con estas características ecosistémicas, la presencia de grandes cantidades de plástico suponen un grave problema, puesto que la baja biodegradabilidad del plástico lo vuelve susceptible de ser percibido como alimento por los animales de la zona y las estadísticas dan cuenta de un escenario funesto. En consecuencia, todas las especies marinas, desde los moluscos hasta los mamíferos, se enfrentan a trastornos del comportamiento, inanición, riesgos de intoxicación y asfixia. En esta misma línea, los desechos plásticos también bloquean el acceso de oxígeno y luz a los corales, los manglares y los pastos marinos.


A modo de ejemplo, corresponde citar el estudio dirigido por la bióloga marina Tatiana Recabarres del Instituto Argentino de Oceanografía (IADO), quién descubrió que una colonia de pingüinos magallánicos del Atlántico argentino fallecidos mostraron en promedio la presencia de 51 partículas de microplásticos por individuo. Asimismo, según los informes de la Fundación Mundo Marino, el 97% de las tortugas marinas atendidas en Argentina muestran signos de plástico en sus estómagos e intestinos.


En tercer lugar, no es de extrañar que tal magnitud de contaminación tenga impacto directo en la salud humana, puesto que el plástico reducido por fuerzas naturales a microplástico penetra en la cadena alimentaria. Diversos estudios ya han detectado estas sustancias insalubres en especies marinas de consumo humano, especialmente en los mariscos, así como también en otros alimentos y bebidas tales como la sal, la cerveza, la miel y el agua, por mencionar los casos más relevantes.


No obstante, el descubrimiento de la presencia de microplásticos en sangre humana data de apenas unos pocos años, por lo que aún no abundan investigaciones que midan las secuelas que podría tener para la salud la consumición de alimentos contaminados.


Por último, la contaminación de los mares tiene un efecto en la economía mundial dado el impacto que supone para el turismo, la pesca y la acuicultura, sumado a los gastos que acarrea su limpieza, con un costo global estimado de 6.000 a 19.000 millones de dólares en 2018, según el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) publicado ese mismo año. De igual modo, las alteraciones del hábitat en ecosistemas costeros causadas por el impacto directo del plástico afectan a la producción local de alimentos y dañan estructuras costeras.


Es por todo lo anterior que resulta prioritario adoptar medidas urgentes para conservar y utilizar en forma sostenible los océanos y mares a fin de salvaguardar los recursos naturales que en ellos habitan.


Subtítulo: ¿Qué se está haciendo para combatir la contaminación del Mar Argentino?


A nivel internacional existen varios instrumentos que persiguen la conservación de las zonas marinas y costeras. La aparición de este tópico en la agenda internacional comenzó en 2015 en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, cuando se propuso “conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible” (ODS #14). Paralelamente, otro compromiso internacional al cual se suscribió Argentina fue el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) mediante el cual los Estados firmantes procuraron conservar al menos el 10% de sus mares para el año 2020, meta que hasta la fecha no llegó a concretarse.


Por otra parte, a escala nacional, la Argentina cuenta con 61 Áreas Protegidas Costero Marinas (APCM), definidas por la Ley 27.037 como “espacios naturales establecidos para la protección de ecosistemas, comunidades o elementos biológicos o geológicos del medio marino, incluyendo al subsuelo, los fondos y columnas marinas asociadas”. Las APCM suponen un avance en materia ambiental, pero no alcanzan la categoría de panacea. Diversas investigaciones demuestran que el movimiento de las corrientes puede trasladar microplásticos incluso hacia áreas protegidas. Asimismo, en Argentina las regulaciones y las actividades de control son escasas e incompetentes, por lo que de nada sirve extender el número de APCM si estas no cuentan con el financiamiento y los recursos humanos necesarios para su correcta aplicación.

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