Ornella Corallo
Área de Ambiente y Cambio Climático
Con temperaturas cada vez más altas, es fundamental evaluar cómo se preparan las ciudades para evitar sus consecuencias.
Al desplazarse desde las áreas periféricas de la ciudad hacia el núcleo urbano o viceversa, se hace evidente una notable variación térmica. A este fenómeno, se lo conoce como "Isla de Calor", y es consecuencia de la intensa actividad humana concentrada en los conglomerados urbanos. Como su nombre lo indica, se forman “islas”, es decir, áreas que son más cálidas que sus zonas circundantes, llegando a presentar diferencias de temperatura de hasta 7°C durante el día y 12°C durante la noche. Un ejemplo de ello es la Ciudad de Buenos Aires, donde las temperaturas suelen ser de 1.5 a 3.5 ºC más elevadas en comparación con sus alrededores.
Este fenómeno tiene implicaciones significativas en la calidad del aire y la salud de los habitantes de una ciudad, por lo que, explorar las causas subyacentes y considerar estrategias de mitigación se vuelve esencial para abordar los impactos negativos asociados.
¿Cómo se originan las islas de calor?
Las islas de calor tienen un origen multicausal y, lógicamente, todos los factores que inciden en su formación se relacionan por su potencial de captar, acumular y evitar la disipación de calor en las ciudades.
El diseño y los materiales utilizados en la construcción representan una de las causas principales en la formación de estas islas. Los colores oscuros que predominan en el cemento y el asfalto, reflejan menos la radiación solar, lo que resulta en una mayor absorción de energía calórica en comparación con las superficies naturales. Al mismo tiempo, este factor influye en que la isla de calor sea más pronunciada durante la noche debido a la lenta liberación del calor de los materiales de construcción.
La geometría y la distribución de las edificaciones también puede alterar el flujo del viento y la capacidad para absorber y liberar energía solar de las ciudades. De hecho, estudios aseguran que los edificios altos provocan vórtices que obstaculizan que el calor ascienda, contribuyendo a retener el calor en la ciudad.
A esto se suma el calor generado por el funcionamiento cotidiano de la ciudad, asociado al transporte, a la refrigeración, a las actividades industriales, entre otras. Estas actividades producen gases de efecto invernadero (GEI), como dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Las moléculas de estos compuestos absorben el calor y evita que se escape con facilidad, concentrándose nuevamente en la ciudad.
La reducción de espacios verdes y de espejos de agua representan otra causa importante en la formación de islas de calor. Las plazas y parques, además de ser un centro recreativo o de esparcimiento, actúan como termorreguladores, es decir, moderan la temperatura. Estos absorben menos radiación solar que el cemento, proporcionan más sombra, producen microclimas favorables y previenen las inundaciones al permitir que el agua se filtre en la tierra. Los árboles y plantas, por su parte, actúan como sumideros de dióxido de carbono, responsable del aumento de temperatura global, y reducen la temperatura ambiente a partir de la evapotranspiración.
Por su parte, las condiciones climáticas y la ubicación geográfica pueden minimizar o maximizar los efectos de una isla de calor. Un cielo despejado implica una mayor incidencia de energía solar sobre las ciudades aumentando significativamente sus temperaturas, por el contrario, la nubosidad y el viento reducen la probabilidad de que este fenómeno ocurra.
¿Cuáles son sus consecuencias?
El aumento de las temperaturas, especialmente durante la temporada de verano, conlleva un incremento en la demanda energética destinada a alimentar los sistemas de refrigeración, generando situaciones de sobrecarga en la red eléctrica. Este fenómeno no solo agrega presión al suministro eléctrico, sino que también contribuye a la contaminación atmosférica y a la emisión de gases de efecto invernadero, impactando negativamente en la calidad del aire y contribuyendo al cambio climático.
Simultáneamente, este escenario propicia la ocurrencia de reacciones fotoquímicas en la atmósfera, dando lugar a la formación de ozono troposférico y smog, término derivado del inglés que combina "smoke" (humo) y "fog" (niebla).
La sumatoria del calor y la contaminación atmosférica puede resultar en graves consecuencias para la salud debido a que se deteriora la calidad del aire. Se asocia a este fenómeno, incomodidad, dificultades respiratorias, fatiga, deshidratación e incluso paros cardíacos. Además, puede agravar condiciones existentes como diabetes, hipertensión y asma. Un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) estima que las islas de calor urbanas aumentan la mortalidad estival en un 4%. También, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 166.000 personas murieron por causas relacionadas con el calor entre 1998 y 2017.
El calor también puede agrietar, doblar, derretir e incluso hacer explotar estructuras o provocar incendios. Por ejemplo, en 2019, una ola de calor en Francia obligó a cerrar una central nuclear debido al sobrecalentamiento del agua utilizada para su refrigeración, según se asegura en el portal Earth.org.
¿Es posible reducir la temperatura de las grandes ciudades?
Un estudio publicado en The Lancet, asegura que un tercio de las muertes por calor extra causado por este fenómeno en verano sería evitable plantando más árboles. Asimismo, el artículo “The role of urban trees in reducing land surface temperatures in European cities” publicado en la revista Nature reveló que zonas arboladas de las ciudades europeas se mantienen entre 2 y 4 veces más frescas que los espacios verdes urbanos sin árboles.
Las ciudades deben ser responsables de mantenerse proactivas al momento de tomar decisiones para enfrentar este fenómeno y mitigar sus impactos y, al mismo tiempo, a disminuir la probabilidad de su ocurrencia. En el mundo se han emprendido diversas iniciativas destinadas a ello. Por ejemplo, Singapur se comprometió a sembrar un millón de árboles para 2030, Nueva York ha instalado más de 929.000 metros cuadrados de techos verdes desde 2009, India lanzó un Plan de Acción de Refrigeración de la India, cuyo objetivo es proporcionar acceso a refrigeración sostenible para todos para 2038 y ya hay diversas experiencias de proyectos de pavimentos fríos y techos blancos.