Por Lucía Salvalaggio
El 14 de mayo se realizó la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Turquía. Los resultados de los comicios -de los que participaron aproximadamente 64 millones de ciudadanos- colocaron en primer lugar al actual presidente Recep Tayyip Erdoğan (49,52%), perteneciente al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y candidato por la Alianza Popular, compuesta por otros 4 partidos. El AKP se caracteriza por ser un partido conservador, de derecha e islamodemócrata.
En segundo lugar quedó Kemal Kılıçdaroğlu (44,88%), perteneciente al Partido Republicano del Pueblo (CHP) y candidato por la Alianza de la Nación, de tendencia republicana, democrática, secular, de centroizquierda y más afín a Occidente. El tercer lugar fue ocupado por el candidato independiente Sinan Oğan (5,17%). Sin embargo, dichos resultados no fueron suficientes para consagrar el triunfo de Erdoğan ya que el sistema turco requiere la obtención de una mayoría simple (50%) para alcanzar la presidencia, por lo que el día 28 se realizó la segunda vuelta, donde éste consiguió imponerse nuevamente ante Kılıçdaroğlu y efectivamente obtener una vez más la presidencia. Los puntos porcentuales obtenidos fueron 52,18% y 47,82%, respectivamente.
La candidatura y el triunfo de Erdoğan permiten poner sobre la mesa la cuestión de la calidad democrática en el país. El actual presidente se desempeñó como primer ministro entre 2003 y 2014, y como presidente desde dicho año hasta la actualidad. Un argumento esbozado por la oposición refería a la imposibilidad de Erdoğan de candidatearse nuevamente luego de dos mandatos seguidos, de conformidad con el artículo 116 de la Constitución; el contraargumento señalaba que el traspaso de una república parlamentaria a una presidencialista en el año 2018 lo habilita.
Dicho traspaso de un sistema a otro también es digno de ser considerado. En 2017, el gobierno impulsó un referéndum que terminó por consagrar una reforma de la Constitución turca, cambiando el régimen parlamentario por uno presidencialista, con amplias atribuciones otorgadas al Poder Ejecutivo Nacional, incluso atentando contra el equilibrio de poderes. El retorno al parlamentarismo fue enarbolado por Kılıçdaroğlu durante la campaña. Además, en los últimos años, Erdoğan ha ido progresivamente escalando en el personalismo y en prácticas autoritarias tales como la represión, la censura y el gobierno a través de decretos.
En este sentido, la continuidad de Erdoğan en el poder abre interrogantes respecto del futuro tanto político como social y económico de Turquía. Cabe mencionar que la economía turca se encuentra en condiciones sumamente desfavorables y que el país ha sido recientemente azotado por un devastador terremoto con importantes consecuencias, dos temáticas fundamentales en los discursos de campaña. Además, a pesar de su victoria, los umbrales de descontento social permanecen altos, habiendo estado el periodo pre-electoral altamente signado por la violencia.