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Foto del escritorDiego Sueiras

Educar para desarrollarnos, estudiar para saber

Diego Sueiras

Presidente FNGA


Es momento de actuar por una revolución educativa que es fundamental para que Argentina sea competitiva dentro del nuevo paradigma de desarrollo verde. 


En Argentina, nos enfrentamos a una realidad educativa preocupante: hemos perdido nuestro liderazgo en latinoamérica, desplazados por un declive que se demuestra en los resultados del Informe PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) de la OCDE que nos ubicaron entre los más bajos de la región en las últimas ediciones. 

Si bien aún mantenemos cierta inercia gracias a legados pasados, hoy no tenemos una educación que nos permita generar las condiciones para desarrollarnos como lo debería tener un país como Argentina.

 

Es imperativo reconocer que, en la era de los avances tecnológicos y de una fuerte competencia internacional, debemos ir más allá de la mera inercia y debemos reaccionar para poder evolucionar generando una verdadera revolución educativa, desde la primera infancia hasta la educación superior.

 

En un país que convive con una política de péndulo en temas estratégicos, la planificación e implementación de la educación es compleja. Un día nos ubicamos como socios de China y Rusia, y otro día con Estados Unidos e Israel, lo cual resiente la necesidad de estabilidad para crecer con desarrollo y no permite tener una política de Estado. Podemos recordar como un hito al Congreso Pedagógico Nacional del entonces presidente Alfonsín durante el año 1984 que se propuso orientar los lineamientos educativos en medio de una difícil transición democrática. 

 

Hoy tenemos nuevos desafíos. Primero saber qué país queremos, sin que el circunstancial gobierno a cargo quiera imponer a los gritos sus ideas, iniciando un diálogo serio desde las instituciones democráticas de la República. 


Asumiendo como País temas centrales como lo son nuestra ubicación geográfica periférica casi insular, y nuestra inviable concentración poblacional, en especial en el cono urbano, el cual necesita en forma urgente una desmacrocefalización con una política poblacional en sintonía con la educación. Y sin duda la importancia de la defensa de nuestro territorio y lo que incluye en él: nuestra naturaleza y nuestros recursos que, en definitiva, para que la revolución suceda, la consigna prioritaria debería ser que no hay desarrollo posible que no incluya el cuidado del ambiente.


Por lo tanto, debemos iniciar un nuevo proceso de análisis metódico como lo hizo Finlandia para reformular qué futuro queremos para nuestro país y plasmarlo en una política educativa que lo haga posible. 


La sociedad no debe quedarse en defender a la educación pública de este hachazo en términos presupuestario a las universidades, sino también en demandar la construcción de una nueva política educativa que se enfoque en formarnos para desarrollarnos y en aprender para saber. Si esto no sucede, los títulos y diplomas se irán vaciando y serán solo cuadros decorativos. 


Es fundamental modernizar nuestros planes de estudio, incluyendo la educación ambiental en toda la currícula. A través de la Ley Yolanda formamos a nuestros funcionarios, pero no lo hacemos lo suficiente con nuestros estudiantes y nuestra ciudadanía como eje fundamental. Debemos aprender de las mejores experiencias internacionales y adaptarlas a nuestra realidad local, tomando como referencia países como Singapur, Taiwán, Japón y Finlandia, que evidencian algunos de los mejores índices educativos del mundo. 

 

No podemos permitir que líderes desinformados que llegan a posiciones relevantes nieguen la crisis ambiental adoptando una postura negacionista y que puedan definir nuestro futuro.

 


 



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