El Dr. Eliyahu Goldratt planteaba en 1984, en su libro "La Meta", la teoría de las restricciones (TOC, por sus siglas en inglés), que a grandes rasgos indica que la operación más lenta de un proceso (el "cuello de botella") es la que determina la velocidad del conjunto, proponiendo un proceso de mejora continua para identificar dichas restricciones y actuar en función de ellas
Por Luciano Caratori
Comentamos anteriormente en esta columna que un algoritmo que puede sintetizar los pilares para descarbonizar el sector energético puede expresarse como “reducir, electrificar, descarbonizar y sustituir” (FTDT, 2022): reducir mediante eficiencia energética y descentralización de la generación de los consumos finales, y las pérdidas de los recursos necesarios para satisfacer las necesidades y el confort de la población y de la economía; electrificar la mayor parte de los usos que sea posible; descarbonizar las fuentes utilizadas para la generación eléctrica; y sustituir los usos finales remanentes de mayor dificultad de electrificación con fuentes de bajas emisiones, como los biocombustibles y el hidrógeno.
Habitualmente, las métricas y las noticias utilizadas para comunicar avances en la descarbonización de los sistemas energéticos se centran en la descarbonización de la generación eléctrica, y en particular en la penetración de las fuentes renovables de energía sobre la generación total. Sin embargo, veremos que esto resulta insuficiente.
Subtítulo: Restricciones pasadas y presentes
Inicialmente, el principal desafío vinculado con el incremento de la penetración de renovables sobre la generación eléctrica estaba vinculado con sus altos costos comparativos con las fuentes tradicionales, como por ejemplo los ciclos combinados a gas natural.
Según un informe recientemente publicado por la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés), en el período comprendido entre 2010 y 2021 el costo nivelado promedio ponderado a nivel global de las nuevas plantas de generación solar fotovoltaica cayó 88%, mientras que para la generación eólica onshore lo hizo en 68% y para la generación eólica offshore se redujo 60% (IRENA, 2023).
Existen críticas atendibles sobre la utilización del costo nivelado de la electricidad para comparar diferentes tecnologías debido a sus características de intermitencia y otras que las tornan “no despachables”, es decir, que no pueden controlarse o ajustarse fácilmente según la demanda de electricidad en un sistema energético, debido a que son variables en su disponibilidad y, por lo tanto, demandantes de flexibilidad.
Es por esto que también resulta importante computar servicios auxiliares que permitan incrementar la penetración de las renovables en el sistema, como por ejemplo el almacenamiento. Y en ese rubro también se observan notables reducciones de costos en la última década. A nivel mundial, según el mismo reporte de IRENA, los costos de un proyecto de almacenamiento de energía totalmente instalado y puesto en marcha disminuyeron un 80% entre 2015 y 2021, en simultáneo con un incremento de 13 veces a nivel global en términos de capacidad (IRENA, 2023).
Luego de la dramática reducción de los costos de las renovables que incrementó su competitividad con otras fuentes a pesar de persistir heterogeneidades en dichos costos explicadas principalmente por el elevado costo de capital en los países en desarrollo, la siguiente restricción —que enfrentamos hoy—, está vinculada con la transmisión eléctrica. Lejos de ser un problema exclusivo de Argentina, se reconoce en diversos espacios que la transmisión (y los servicios auxiliares) es uno de los principales cuellos de botella para el despliegue de las energías renovables por diferentes motivos: financiamiento y costos de capital en nuestra región; permisos, procedimientos burocráticos y licencia social en otros lugares, que se traducen en condicionamientos para la capacidad del sistema de abastecer la demanda en el mediano y largo plazo, de no acelerarse los procesos que permitan incrementar rápidamente la capacidad de transmisión.
Cabe pensar, entonces, siguiendo a Goldratt, en cuál podría ser el próximo cuello de botella para las transiciones energéticas. Volviendo a nuestro algoritmo, propongo que pongamos la atención en el paso de electrificar.
Subtítulo: ¿El próximo cuello de botella? Si creemos que uno de los principales impulsores para el mayor despliegue de la generación renovable en escenarios de bajas emisiones es la electrificación de los usos finales, una vez que "resolvamos" la transmisión, el siguiente desafío probablemente sea la distribución de electricidad.
A nivel global, la energía eléctrica representaba en 2019 apenas el 20% del consumo final total de energía, estando la electricidad generada en menos del 20% por fuentes renovables (incluyendo gran hidroelectricidad) lo que implica que el esfuerzo necesario —y las oportunidades— para descarbonizar la energía tienen aún un gran recorrido por hacer tanto en términos de incrementar la participación de renovables sobre la generación total como en cuanto a incrementar la participación de la energía eléctrica sobre el consumo final total.
En Latinoamérica y el Caribe, con aproximadamente un 60% de penetración de energías renovables en la generación de energía y aproximadamente un 21% de electricidad sobre el consumo final total (en Argentina 27% y 22%, respectivamente), según indica un informe del año 2022 de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), el despliegue de energías renovables pareciera tener cuantitativamente un mayor upside en la electrificación de usos finales que respecto de la penetración en la generación de energía (debiéndose en ambos casos considerar también el crecimiento general de la demanda energética), lo que vendría acompañado también de una mayor eficiencia.
Al analizar la penetración de la energía eléctrica por sectores de consumo final encontramos que en nuestra región, por ejemplo, la electricidad representa solo el 32% del consumo final de energía en los hogares y el 26% del consumo final industrial, por lo que, incluso antes de sumar la demanda potencial asociada con una mayor penetración de calefacción eléctrica mediante bombas de calor o vehículos eléctricos, entre otros, el estrés adicional que podemos esperar en las redes de distribución cuando aumente la electrificación es considerablemente alto.
Esto implica que, aun sin computar el crecimiento vegetativo de la demanda, la capacidad de las redes de distribución tendría que entre triplicarse y cuadruplicarse para permitir la electrificación de usos finales requerida para la descarbonización.
Además de esto, aspectos como la capilaridad de la red, el número de actores involucrados (incluyendo a los propietarios de viviendas y sus necesidades de adaptar las instalaciones eléctricas internas para poder abastecer los nuevos usos finales) convierten, en mi opinión, el problema de la distribución en un aspecto clave de la transición que podría no estar recibiendo suficiente atención, considerando también los desafíos regulatorios y tarifarios asociados con mejorar las redes y sus posibles impactos en los clientes, tanto en términos de calidad del servicio como de costos y asequibilidad del servicio.
A estos desafíos de corto plazo se suma la necesidad de adecuar y digitalizar las redes y los servicios de distribución de manera de permitir y aprovechar nuevas modalidades de negocio que hagan uso de una mayor flexibilidad de la demanda, incluyendo la tarificación horaria, la generación distribuida y el almacenamiento, entre otros. Por último, y tal vez sesgado por los recientes episodios de olas de calor y anomalías de altas temperaturas en Argentina, que podrían incrementarse en frecuencia e intensidad, este punto también merece más atención en cuanto a la adaptación y resiliencia en el contexto del cambio climático y particular respecto de la refrigeración como un servicio energético de creciente importancia.
En este contexto, promover esta conversación sobre la distribución de energía eléctrica, su remuneración, su infraestructura y sus desafíos más allá de la coyuntura política, fiscal y tarifaria podría ser útil para prepararnos para la próxima restricción antes de que comience a operar.
Referencias: FTDT. (2022). Plan de inversión sectorial para medidas priorizadas del sector Energía y Transporte. Proyecto DECARBOOST. IRENA. (2023). Low-cost finance for the energy transition. International Renewable Energy Agency, Abu Dhabi. ISBN: 978-92-9260-531-5 OLADE. (2021). SIELAC – Sistema de Información Energética de Latinoamérica y el Caribe. Base de datos. Consultada en diciembre de 2022. Disponible en: https://sielac.olade.org/default.aspx