El candidato electo creó un Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático a través del cual prometió proteger el Amazonas, disminuyendo la deforestación y el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Deberá llevar adelante este cambio de perspectiva ambiental en una gestión marcada por los disturbios y la polarización ideológica.
Este año comenzó con la asunción de un nuevo Presidente para la República Federativa del Brasil, Lula da Silva, quien está llevando adelante su tercer mandato luego de unas elecciones democráticas altamente polarizadas en octubre de 2022, teniendo en cuenta que, tras una segunda vuelta, éstas arrojaron un 50,9% de votos para el vencedor y un 49,1% para el ex presidente Jair Bolsonaro.
Los ajustados resultados electorales también se reflejaron en las urnas de los estados brasileños. Lula sólo obtuvo el apoyo explícito de 10 de los 27 gobernadores brasileños, lo cual convierte a la obtención de poder territorial en un gran desafío, tomando en consideración que Brasil es un país geográficamente amplio, cuyos estados subnacionales gozan de una gran incidencia política regional.
Además de una coyuntura política desafiante, es pertinente mencionar los efectos del intento de golpe por parte de grupos bolsonaristas el pasado 8 de enero, el cual implicó el ingreso de miles de civiles al Congreso, al Palacio del Planalto y al Supremo Tribunal Federal reclamando “intervención militar” por el desconocimiento de los resultados electorales y provocando destrozos patrimoniales en las sedes de los 3 poderes establecidos en Brasilia. La imagen del hecho puso en jaque a la estabilidad democrática y sobre todo al recién asumido gobierno, que debió pedir apoyo a las Fuerzas Armadas para controlar la situación y a la Corte Suprema de Brasil para apartar temporalmente de sus funciones al gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha, a través de una intervención federal.
Sin embargo, previo a sortear esta crisis política sin precedentes en Brasil, el recientemente electo presidente llevó adelante una agenda en la que completó la presentación de su gabinete de 37 ministros (con récord en representación femenina y pluri partidaria), tomó decisiones a través de la firma de 13 decretos y mantuvo reuniones bilaterales con líderes de América Latina y de otras regiones del mundo, como la Unión Europea. Particularmente, recibió al presidente de nuestro país, Alberto Fernández, con quien mantuvo una conversación en el Palacio de Itaramaty de Brasilia. Allí, los mandatarios discutieron sobre el vínculo entre los países vecinos, especialmente en los ámbitos comercial y energético, y acordaron darle “impulso regional a América Latina”. En esta línea, aprovecharon la ocasión para anunciar no sólo sus intenciones de reactivación del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), sino además el encuentro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) el día 24 de enero, en Buenos Aires, a raíz de la presidencia pro témpore de Argentina.
No obstante, más allá de las reuniones oficiales y la crisis coyuntural (que incluye no sólo reparaciones materiales, sino también la búsqueda de esclarecimiento del hecho por parte de la justicia y la protección de la imagen democrática), esta nueva gestión no debe dejar de lado sus lineamientos de fondo.
Uno de los más importantes es la lucha contra el cambio climático, ya que en campaña se prometió una “activa agenda verde”, la cual sería clave para orientar la política exterior. En su programa de gobierno para "reconstruir el Estado brasileño", lanzado en junio de 2022, Lula dejó asentado que “se combatirá severamente la minería ilegal”. Además, la campaña incluyó “cero tolerancia” con la deforestación, metas climáticas más ambiciosas y cooperación internacional para proteger la Amazonía, como así también un abordaje transversal de la crisis ambiental a todas las áreas de gobernanza.
El plan también habla de empleos verdes en la paraestatal Petrobras: la compañía debería operar “en segmentos vinculados a la transición ambiental y energética, como el gas, fertilizantes, biocombustibles y energías renovables”, según el programa.
En 2023, las primeras decisiones concretas en materia ambiental fueron tomadas a pocos días de haber recibido el bastón presidencial, ya que dentro de los 13 decretos firmados el día de la asunción se incluyó la decisión de reactivar el llamado “Fondo Amazonia”, que había sido suspendido en 2019. El mismo está compuesto por donaciones de Alemania y Noruega que contribuyen a la protección de la Amazonia. Actualmente, cuenta con alrededor de 600 millones de dólares, que serán rescatados por el nuevo gobierno para utilizar en programas que aún no están definidos, pero que deberá dictar el Ministerio de Medio Ambiente. También se decidió revocar un decreto dictado por Bolsonaro en los últimos días de su mandato, según el cual se ampliaban las licencias para la explotación de recursos minerales en la región amazónica e incluso en las tierras indígenas.
Por otro lado, el compromiso asumido en campaña de bajar el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero y de disminuir la deforestación estará a cargo de la nueva Ministra de Medioambiente y Cambio Climático, la activista amazónica Marina Silva, quien ya había ocupado dicho cargo en 2003 y que, si bien renunció al mismo por algunas diferencias, renovó su decisión con la intención de continuar su gestión en el cuidado de la Amazonia. La actual Ministra, además, fue tres veces candidata a la presidencia, concejala, diputada estadual, senadora por dos mandatos y Diputada Federal por San Pablo, lo que demuestra una amplia trayectoria en el ámbito público.
Silva ya anunció la creación de nuevas secretarías dentro del Ministerio (de Bioeconomía, de Control de la Deforestación y Ordenamiento Territorial, de Gestión Ambiental Urbana y Calidad Ambiental, y de Pueblos y Comunidades Tradicionales y Desarrollo Rural Sostenible) y, entre otras medidas, la reanudación del Servicio Forestal Brasileño.
Según un artículo de Télam, el principal objetivo de la funcionaria será que Brasil “tenga una acción que respete el multilateralismo, para que vuelva, en vez de ser un paria ambiental, a ser el país que logre concretar el acuerdo con Mercosur, que logre traer inversiones, que consiga abrir mercado a sus productos, y así que deje de ser la peor tarjeta de presentación para sus intereses estratégicos y se convierta en la mejor”.
Los ambiciosos planes en materia ambiental son esperanzadores, teniendo en cuenta que la protección de la Amazonia es fundamental, ya que se trata de uno de los ecosistemas más importantes del mundo por sus aportes a la regulación del clima. No por nada se ha llamado a la selva amazónica “el pulmón del mundo”: la misma actúa como un enorme sumidero de carbono, al absorber más dióxido de carbono del que libera. La selva tropical, además, suministra humedad a toda la región sur de América, influyendo fuertemente en el régimen de lluvias regional y contribuyendo a la estabilización del clima global. Otro aporte fundamental de este ecosistema tiene que ver con que el 10% de todas las especies conocidas se encuentran allí. La selva tropical más grande del mundo tiene, a su vez, la mayor biodiversidad del mundo. Hay, incluso, un gran número de especies desconocidas para los científicos. En este sentido, preservar la biodiversidad es importante porque garantiza la sostenibilidad de todas las formas de vida.
Aunque las promesas son ambiciosas, la crisis de estabilidad democrática que durante los últimos años estuvo afectando a América Latina, mostró uno de sus picos más altos en Brasil, generando polarizaciones ideológicas y hasta un intento de golpe de Estado; lo cual dificulta cumplir objetivos ambientales. No será un trabajo rápido ni sencillo, pero sí necesario para la región y el mundo.