Las problemáticas ambientales han generado diversos abordajes y acciones que se entrelazan, y la agricultura resalta como un sector clave.
Desde la conferencia de Estocolmo, en 1972, la preocupación ha ido incesantemente aumentando. El informe Brundtland, “Nuestro futuro común”, que da cuenta del frágil equilibrio de la intervención humana en el ambiente, se publica durante el ciclo de negociaciones que dará nacimiento a la Organización Mundial del Comercio, la cual incorpora los productos agrícolas en su marco normativo.
A la serie de las Cumbres de la Tierra -que dieron origen a las convenciones marco sobre el cambio climático, sobre la diversidad biológica y sobre la lucha contra la desertificación- se le yuxtapusieron las Cumbres sobre la alimentación y luego sobre los sistemas alimentarios, pues la perspectiva de un incremento de la población puso en evidencia la fragilidad del equilibrio en la cadena de producción de alimentos.
La agricultura, se puede decir que, como una moneda, tiene dos caras o encierra una cierta dualidad. Por un lado, es una actividad intervencionista en el ambiente, sino contaminante, y por otro lado, se le atribuyen al agricultor diversos roles proambientales, como guardián de la biodiversidad o del paisaje. También, se le atribuye responsabilidad por la emisión de gases a efecto invernadero, calculándose que es generadora del 23% de gases de esa clase, y por otro lado, es esencial para satisfacer las necesidades básicas del hombre (alimentación, vestimenta, entre otras).
La legislación hace su aporte para ir encuadrando la agricultura hacia la reducción de sus externalidades negativas, pero tiene un rol relevante para el fomento de sus externalidades positivas que se presentan tanto en orden ambiental como sociológico y económico.
En ese sentido, a título de ejemplo, la Unión Europea, a través de su Política Agraria Común, ha asumido paulatinamente medidas protectoras del ambiente, y las ha ido incrementando. Ha condicionado ayudas a medidas proambiente o instaurado medidas verdes propiamente dichas.
Como muestra de ese entrecruzamiento de efectos, la política de calidad de los alimentos, ha dado lugar a la certificación de “agricultura biológica”, la que implica mayor compromiso y mayor retribución consecuente. Desde el 2012 la superficie de agricultura biológica ha aumentado más del 25% y más del 50% se encuentra repartida entre España, Italia, Francia y Alemania. Este aumento da cuenta de la perspectiva positiva del sector a nivel de mercado local e internacional.
Si bien las legislaciones prevén un sello de calidad o una certificación de agricultura biológica - caso en el que el proceso de producción de un producto siguió los parámetros previstos para que pueda llevar dicho sello o certificación -, las técnicas aplicables a los procesos productivos para que sean más amigables con el ambiente o el ecosistema son múltiples y los compromisos variables.
El desarrollo del conocimiento científico y de las tecnologías hacen y pueden hacer un gran aporte al mejoramiento de esa relación agricultura-ambiente. La informática, la robótica, la inteligencia artificial, conjugados con el desarrollo de conocimientos agroecológicos y de los métodos para la obtención de productos como el biodiesel, el gas metano, así como otros productos biodegradables, desarrollan nuevas perspectivas para mejorar los procesos productivos y el empleo de productos agrícolas.
Por todo ello, el aporte de diversas instituciones en este sentido es esencial para el desarrollo exponencial del sector y de las diversas cadenas productivas colaterales que pueden amplificarse. Si bien el peso del sector agrícola puede parecer exiguo en una economía (en la UE es menor al 2%), el mismo es esencial en virtud de la generación de tantas externalidades positivas pre y post producción.
Rosario con compromiso
Rosario es reconocida como un polo de concentración de la producción, transformación y comercialización de productos agrícolas a nivel mundial. De ahí que es importante el compromiso de las instituciones de la ciudad, tanto para el desarrollo de tecnologías y conocimientos como para la tarea informativa y formativa.
Cabe recordar que la ciudad está situada en la región núcleo, con un puerto internacional y con un fuerte emprendedorismo. Por ende, potenciar el sector agrícola-alimentario en su más extensa concepción se hace casi imperioso. La unión de los diversos sectores con las universidades, puede generar conocimientos, tecnología, técnicas, servicios y productos que pueden resultar beneficiosos para el sector y toda la región, con la potencialidad de su misma exportación. Al mismo tiempo, es necesario afianzar la responsabilidad ambiental.
Las universidades de la ciudad pueden generar conocimiento y acciones relevantes a sectores claves de la región, haciendo más eficiente la aplicación de los recursos escasos con que cuentan. También forman profesionales para que profundicen conocimientos y desarrollen avances. A modo de ejemplo, entre ellas, UCEL – Universidad del Centro Educativo Latinoamericano – ha asumido diversas acciones interna y externamente, siguiendo su preocupación por el desarrollo territorial y el entrelazamiento de cuestiones como agricultura-alimentación, ambiente y sociedad. Desde la conjunción de sus carreras de Licenciatura en Nutrición e Ingeniería en Alimentos, ha generado proyectos para la elaboración de productos fortalecidos para su empleo en campañas sociales, maximizando de esta manera el producto primario con fines de mercado y un fuerte sentido social. Además, desde su carrera de Ingeniería en Sistemas de Información, se hace un aporte importante a diversos estadios de la cadena de producción alimentaria. De la misma manera, otros cursos de estudio se ofrecen para profundizar la temática como la Especialización en Gestión Ambiental y el Doctorado en Desarrollo Sustentable y Economía Circular.
Este ejemplo demuestra que todas las instituciones pueden contribuir a construir una sociedad respetuosa del ambiente, abierta, ambiciosa, con multiplicación de conocimiento y sentido del otro. De la misma manera, todo acto individual cuenta en la lucha por el cambio climático y la protección del ambiente; por ello, la formación del ciudadano y del consumidor resulta relevante en estos tiempos, para responsabilizarnos de nuestros actos con libertad y consciencia.