Imaginate verano todo el año. Un mar color esmeralda y transparente, con peces de colores, tortugas marinas, tiburones y mantarrayas. Las palmeras y sus cocos, islas flotantes (Rock Islands) que, dicen los locales, inspiraron el mundo de Pandora en Avatar.
Desde las orillas del Paraná hasta el archipiélago de Palaos, mi viaje y mi compromiso con la causa de generar soluciones frente al cambio climático me trajeron a aprender y crecer junto a una de las poblaciones que menos han contribuido a la crisis climática actual, pero que ya están viviendo una de las peores consecuencias: el aumento del nivel del mar. Nacida en Rosario, Argentina, la Fundación Nueva Generación Argentina sentó mis bases para facilitar conversaciones difíciles en entornos institucionales, con la democracia como bandera. Una misión que hoy me lleva a trabajar en el otro extremo del mundo, en Koror, la capital de la República de Palaos.
Con una población de 18.000 habitantes según el censo de 2019, Palaos es un microestado en el Pacífico Occidental, en la región de Micronesia. Con 586 islas, este territorio estuvo en disputa por siglos debido a su ubicación geopolítica estratégica. Desde 1994 se lo reconoce como país soberano, luego de firmar el Pacto de Libre Asociación (COFA, por sus siglas en inglés) que mantiene a Estados Unidos como principal país aliado.
No es un eslogan cuando dicen que es un “paraíso prístino”; meca que atrae turistas de todo el mundo para conocer su biodiversidad de más de 1200 especies de plantas (860 endémicas), y una diversidad marina que hacen de éste un lugar único en el planeta para bucear. Mi primera experiencia en las aguas fue de calma y calidéz. Acostumbrada a nuestro océano azul oscuro y frío con mareas enérgicas, el mar acá es calmo y cristalino porque las olas rompen mar adentro, en la barrera de protección que forman los arrecifes de corales: hablo de más de 350 especies de corales duros y blandos, que son el hábitat de 1300 especies de peces de arrecife. Este país alberga una de las más ricas y complejas comunidades biológicas del mundo y atrae a científicos del mundo para generar información para el desarrollo sostenible y la resiliencia de estas comunidades. Sin embargo, esta riqueza está en grave peligro. El aumento de la temperatura de las aguas y corrientes marinas está aumentando el blanqueamiento de los corales, que terminan como esqueletos de calcio de un arrecife que ya no es. Así es que los ecosistemas marinos, el sustento de las comunidades locales para la pesca y el turismo, se ven en peligro como nunca antes.
El presidente Surangel Whipps Jr. decía: “Somos una nación de grandes aguas”, en contraposición a la forma de denominar a estos países como “pequeños países insulares”. Es que el gobierno y su población saben muy bien que Palaos se encuentra al frente de la vulnerabilidad climática, y, de allí, ha elegido emerger como un líder global en la conservación marina. En 2015, el país implementó un santuario marino que protege el 80% de su Zona Económica Exclusiva contra la pesca comercial y extractiva de cualquier índole. Además, se pronunció contundentemente en contra de los riesgos vinculados a la Minería Submarina frente a la Asamblea General de Naciones Unidas. Estas acciones políticas no solo representan un avance significativo en la convicción de la protección de la biodiversidad marina (ODS14), sino que también envían un mensaje claro a un mundo donde todavía algunos ponen en debate si existe el cambio climático, o si habrá suficiente tiempo para cuidar el planeta después de arreglar la economía.
Con un guiño de responsabilidad hacia el turista, también fue emocionante para mí poder firmar el “Compromiso con Palaos” (o “Palau Pledge”), al ingresar al país. Se trata de un poema que se estampa en los pasaportes de cada visitante al ingresar al país, prometiendo respetar y proteger el entorno natural y cultural de Palaos. Esta iniciativa es el primer y único ejemplo de un país que modifica sus regulaciones migratorias para resaltar la importancia de una colaboración global en la protección de los ecosistemas vulnerables y la cultura local.
Un puente entre Rosario y Palaos:
Rosario a mí me dio todo, y me formó en la persona y profesional que soy hoy. Desde mis estudios en la Universidad Católica Argentina, mi paso por la Residencia en Divulgación Científica en el Acuario del Río Paraná, mis inicios como activista climática, hasta perseguir mis sueños de llevar toda mi ambición y sueños hacia Naciones Unidas, proceso que fue posible con sudor, lágrimas y enormes alegrías junto a la Fundación Nueva Generación Argentina.
Hoy me toca ser una pieza clave en la asistencia técnica dentro del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático para el Gobierno Nacional de Palaos, trabajo que incluye consultas multisectoriales en los 16 estados del país, identificando y fortaleciendo las prácticas locales que aumentan la resiliencia frente a los riesgos climáticos, como el aumento del nivel del mar y la intensificación de eventos climáticos extremos. Así como en nuestro litoral siempre hablamos del humedal en clave de valor local, salud socioambiental y protección ambiental, la adaptación climática en Palaos no se limita a la implementación de medidas técnicas o de infraestructura, sino que también implica un enfoque integrador que respeta y promueve las prácticas tradicionales que son, indefectiblemente, sostenibles. Es nuestra misión, diseñar políticas públicas para proteger a la población frente a los escenarios devastadores que nos anticipa la ciencia climática, asegurando el acceso a financiamiento internacional para escalar sus iniciativas y continuar su desarrollo de manera sostenible.
Estando a 12 horas de diferencia, sigo reafirmando la interconexión entre las acciones locales y los impactos globales, entendiendo la responsabilidad global en la lucha contra el cambio climático que a su vez es diferenciada según cada contexto y lugar: no somos igualmente responsables por los impactos que sufrimos, y, aún así, absolutamente todas las personas de este planeta podemos hacer algo para contribuir. La realidad de Palaos, aunque distante en términos geográficos, refleja la necesidad de un enfoque que sea global y coordinado, generando colaboración multiactoral para abordar los impactos del cambio climático. Uno de los mayores aprendizajes que me dieron las negociaciones climáticas de Naciones Unidas en la formulación de políticas internacionales es que todos somos expertos de nuestra propia realidad, y el mundo está esperando escuchar sobre tu manera de ver el mundo, de pensar, de hacer juicio, pero también de proponer e idear soluciones colectivas. Usá tu voz.